Wednesday, April 11, 2007

Recuerdo que hace unos cuantos años, 4 si mal no recuerdo, intenté probarme a mi mismo si podía dejarlo todo por amor.
La situación era ésta: dejar a un lado 11 años de vida dedicada a una mediana vida social, una carrera y sus consiguientes frutos laborales, por estar con la niña mujer de ensueño que ponía en jaque mis noches y mis días: Janet. En aquel entonces la balanza de mis emociones me inclinaba a pensar que arriesgarse a vivir esa aventura podía ser el suceso mas trascendental de toda mi existencia y que por ello debía ser cauteloso. Vamos, no había que tener más de 3 dedos de frente para concluir que el volátil amor de la entonces veinteañera de tintes hippies representaba un peligro para cualquier forma de estabilidad emocional. Su sola personalidad alimentada por cualquier actividad "extrema" como el rafting por ejemplo, hacía propenso a que la historia se acabara con tan sólo chocar con alguna piedra que hiciera volcar su kayak y acabara ahogada en el torrente del río pescados. Mi poco sentido común, aunado a mi deseo incontrolable por poseerla como antes, me empujó a cometer la locura de intentar mandar a la mierda todo por perseguir esa tierra de la libertad prometida. Su nombre Jalcomulco. Un par de días antes de la hazaña recuerdo haberlo comentado con B, quien me dijo... "chinguesumadre, ve que pedo. Si es lo que realmente quieres hazlo, si necesitas algo sólo avisa, con suerte te mando por mail algunos guiones que resolver si no encuentras algo de qué vivir por allá"
Por esas fechas ya me había dado a la tarea de pensar cómo resolvería mi vida y por mi mente pasó que podía ser escritor. De ficción porque finalmente escritor ya era. Janet estaba encantada con esa idea, pero yo, siendo sincero, dudaba considerablemente de mi talento.
Una semana antes de decidir vivir en Jalcomulco agarré todo lo que pensé que era importante, unos pocos libros, ropa cómoda, efectivo, papeles varios, un celular, una palm zire 71 en donde tenía gran parte de mi vida entre agenda, fotos, documentos de word y que en cierto modo se convirtió en mi vínculo con el mundo real o mejor dicho, comparado con Jalcomulco, el mundo de la modernidad. Pasé por casa de los papás de Janet, recogí su bicicleta, la subí al auto y me dieron una bendición (?).
Janet me había explicado cómo llegar y luego de un pequeño conato de bronca por la decisión de llevar el auto, la convencí de que lo necesitaba para ir al menos a Veracruz, o a ciudad Cardel a la zona de bancos o tan siquiera a un café internet.
Cuando llegué a Jalcomulco era de noche, había una fiesta de pueblo, no recuerdo el mes, pero se celebraba una especie de corta de mangos. Estacioné el auto casi a las afueras puesto que la fiesta era grande, gente tomando sus caguamas a media calle, niños semidesnudos exhibiendo esas panzas típicas de los niños que beben agua no potabilizada, música electrónica! luces, cohetes... Y ahí estaba ella. Bailando casi al centro con una amiguita suya muy bonita. Ambas traían encima un guato de mota, puesto que los ojos enrojecidos de ambas no pretendieron ni un solo momento ocultar su estado. Lo primero que pasó por mi mente fue que probablemente este sería el momento ideal para entregarme a la bohemia y vivir como viven los artistas, apegados a sus costumbres radicales, entregados a los placeres básicos del ser humano, a vivir y sentir al extremo y hasta sus últimas consecencias.
La primera noche, no lo niego, fue genial o más que eso.
Al día siguiente, por fin conocería el famoso río por el que Janet se desvivía, ese río que veíamos desde la ventana de su casita de 500 pesos al mes, de adobe, sin chapas complicadas, sin un baño formal, sin agua... de ratos sin luz... No dije sin agua caliente, dije sin agua. Janet nunca mencionó esos "pequeños" detalles, pero no me dejé intimidar. Para bañarnos había que agarrar una gran manguera que atravesaba la casita, desdoblarla y obtener el vital líquido para asearnos, lavar los trastes etc.
Conocí a algunos amigos suyos que como ella freelanceaban para Río y Montaña o México Verde, gente muy agradable y al igual que ella con una vocación y respeto por el río tan elocuente como romántica. Y ahí estaba el famoso río, lo miré desde el puente colgante, con una incertidumbre que Janet notó enseguida, pero prefirió guardar silencio.
Quizá pasaron días o quizá llegamos al mes. La pasión acostumbrada no fue suficiente y un día me dijo que no era feliz, que mejor volviera, que no me obligara a vivir una vida que a leguas se notaba no era para mi. "Pequeño burgués" se atrevió a decirme. Sonrió con ternura y malicia, como solía hacerlo. Hicimos el amor esa mañana que se volvió tarde, y luego noche y empaqué.

Volví a México y me sentí de la mierda por no haberme dado bien la oportunidad de intentarlo. Quizá tenía razón, y lo que yo traía encima eran ñoñadas. También estaba en juego mi posibilidad de convertirme en escritor de novelas, ella finalmente podría haber sido un gran personaje en cual inspirarse o al menos producido las emociones y sensaciones que te dejan listo para enfrentar con dignidad tanto tinta como papel. No tardé en llegar a esa reflexión más de 7 días y regresé por ella, para estar con ella y vivir con ella. Escondí el auto, llegué a la casita. No estaba. Sin embargo recordaba la mañita de levantar el pestilloprovisional que tenia como chapa con una tarjeta de débito, entré y la esperé en la cama. Eran seguramente las 10 de la noche cuando llegué y la luz era casi inexistente, prendí unas velas que coloqué en el piso. Estaba tan cansado que desperté al día siguiente y me di cuenta de que Janet jamás había llegado. Pasó un día más y Janet no llegó. Encendí el auto y di vueltas por todo el pueblo, deje el auto, caminé por horas buscándola y nada. Regresé a la casita y me puse a tratar de ordenar tanto la cama como los trastes que había dejado. Al tender la cama apareció un envase vacío de condón que recuerdo perfectamente no ser de la misma marca que los que había usado yo la semana previa y tuve sensaciones encontradas. Rebusqué arrebatadamente en su armario más evidencias de su deslealtad y encontré un lubricante. Casi vomito.

Luego le escribí una carta despidiéndome de ella y me fuí, no sin antes ir al puente, ver el río pescados mirarlo con odio, escupirlo y gritando en mi mente "MALDITO SEAS JALCOMULCO una y mi veces, maldito lugar de mierda, maldita selva pedorra, maldito sea tu pestilente río, maldito lugar,malditos tus frutos, maldita tu gente..."
Una vez en el auto y saliendo de ahí en medio de una neblina espantosa atravesé el caminito entre cañas de azúcar que había hacia la salida, tuve que reducir la velocidad a 20kmh, me encendí, bajé el vidrio y proferí nuevamente "MALDITO SEAS JALCO, MALDITO LUGAR DE MIERDA"

Paradójicamente en estos días de semana santa pasó por mi mente volver a dicho lugar a reconciliarme con él y quizá con el recuerdo de lo que alguna vez viví con Janet, desarraigarme de mi más reciente amor fallido. Como siempre el trabajo lo impidió y no salí más que al súper. Hoy miércoles 11 de Abril de 2007, sé que nunca más debo maldecir a ningún lugar, porque en algún momento y cuando menos te lo esperas, el lugar agraviado te devolverá la ofensa con creces y se reirá burlona e inconteniblemente de ti.

Acabo de enterarme que la última novia que tuve hasta hace un par de meses, acaba de volver éstas vacaciones de semana santa de ese lugar total y perdidamente enamorada de su nuevo novio. Eso fue el resumen de la última llamada teléfonica que tuvimos...
y tendremos.